Uno: la mañana, larga.
   Durante la estancia en el comedor donde a veces desayunaban las compañeras del otro edificio, un alegre olor a pan tostado lleno su estómago, no se detuvo por que ya había comido algo en el camino: fruta simple y sencilla ya que no podía manejar y desayunar algo más complicado. Siempre se interesó por permanecer con vida: después de dar vueltas en la carretera y terminar casi orinado por el miedo y la felicidad de salir entero de aquel aturdimiento matutino.
   Por varias semanas había soportado el tiempo perdido dentro del carro, el tiempo que se resbalaba dentro del olvido y la rutina. Supo que duraría algunos años, que la estabilidad que provee el dinero ganado de una forma corriente, sin exponer demasiado la vida, sin tener demasiados remordimientos ni culpa por cuidar el medio ambiente y la salud de las personas. De cualquier forma, el sistema no se desengrana con el esfuerzo del individuo.
   Así clamaba la voz de la razón, de la comodidad. Así pudo sobrellevar tanto tiempo bajo órdenes, desprecio, intolerancia y lo que es peor y mucho menos soportable: música pop.
—Ik

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