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Correcaminos

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Sobre la terracería, surcada por la erosión de la lluvia de anoche, las piedras parecen estar alineadas y, si te descuidas o estás observando los montes adyacentes, puede que agarres una y abraces a la Madre Tierra una vez más, como cuando eras niñx y las caídas no representaban más que un dolor cotidiano irrelevante. Apareció de pronto, como cuando de repente tomas conciencia de que has estado toda la noche despierto por la energía que Cristo te infundió, y parece que vienes de un sueño pero no, solo estabas vagando en tu mente y quién sabe dónde te encontrabas.  Era un ave pequeña, no tanto como un colibrí sino mas bien como una paloma delgada, corrió sobre el camino, traté de no quedarme muy atrás porque interpreté la aparición de este 'correcaminos' como una llamada a la acción, como el conejo que se aparece cuando tomas pulque y tienes que dejar tu jarro para perseguirlo y encontrar otro amor... más grande tal vez, menos duradero y/o mas intenso que el que nunca has experi

El otroa

 La violencia se ejerce contra el enemigo: el que es diferente a uno mismo, el que no respeta algo que nosotros sí. ¿Hay violencia de uso legitimo? Es decir ¿el uso de violencia puede ser justificado y no caer en la categoría de "malo"?    ¿El enemigo existe en realidad? O ¿será que todos somos reflejos del otroa, los mismos seres inseguros, alejados de la verdad, poseedores de pasiones, atracciones, gustos, dolores, amores y otros miles de sentimientos producto de la bioquímica de nuestro cuerpo?    La verdad existe mientras uno este seguro de ella. Cada ser tiene su verdad, la verdad debería de ser universal e indudable. ¿La verdad puede ser encontrada?   Ahogado en un río de esperanza: Ik Yaan      

Distraidx

Recorro los senderos rojos Sembrados de huellas diurnas Camino directo hacia el sol El olor tibio me llena ¿Por cuáles inciertos sones De tonos mate me llevas? Me encamino en ti Desierto ahumado con pozos lejanos Cada hora me hundo más El viento lleva sangre El agua frota tobillos De viejos hermanos que llevan En la piel lumbre En los ojos olvido Voy contigo Tremulas lágrimas vuelan Como aves reflejadas en  Techos de lámina Desde la altura me aguardas Moléculas que llaman Camino sobre las hojas Alfombra tórrida de Árboles antiguos que besas En el ombligo.

Cinco: Indiferencia

 Llevaba dos noches sin dormir, ahora el frío apaciguaba la energía que corría dentro.    ¿Seguir dentro? Claro, aquí el aire es conocido y la oscuridad no trae visitas indeseables: esos cabrones que buscan algo en medio de la nada, que vienen cada que se quedan sin nada, que creen que les daré jale.    Bola de pendejos; aquí cada quien de rasca con sus propias uñas, ¿O qué? ¿Cuando eran morros les ayudaban con la tarea? ¿Les daban de tragar a la hora que quisieran? ¿No verdad? ah pues así mero aquí hay que chingarle culos; nada es gratis y nadie te regala nada (a menos que nazcas en una familia "acomodada" que en realidad vive, traga y respira del trabajo de todos esos idiotas bola de weyes que se la viven trabajando en empresas, siendo explotados, fucking babosos)    Bueno pero eso me vale verga ¿En qué estábamos? Ah sí; salir: ni vergas, tal vez en algún momento de la mañana me de hambre, unos tacos o algo rápido me hará buen paro.    Un sonido fuerte lo hizo acercarse a l

Cuatro: granizo

Llovía un poco y el calor se dispersaba; hacia varios meses que no sentía ésta humedad ligera azul celeste.    Las casas juntas, la calle tan movida hacía un par de horas donde lxs compas de comunidad pasaban apresurados, sin mirar fijamente mucho tiempo nada ni nadie, tal vez pensando, como muchos otros más de nosotros, en qué haremos mañana para conseguir lana.    Las gotas frías resonaron en los techos de lámina, haciendo más escándalo de la llovizna que degeneró en un granizo tupido unos minutos más adelante. Pensó en las suculentas que había sacado a la intemperie ese mismo día, bajo el argumento de que ya habían pasado las heladas...    Atinó a resguardarse en una tienda de ropa la cuál estaba siendo atendida por una jovencita de pelo chino y brillante. Ya antes la había visto y sabía que bajo esa sudadera hacía un cuerpo de notable belleza.    Fue entonces que los vio por primera vez, corriendo bajo la aún llovizna clara y ligera que despejó el sopor vespertino del caluroso

Tres: la muerte de la tarde

La encontró entre los árboles, manchada de sangre. Pensó que tal vez habían maltratado a su vecina con la misma soga. Recordó la tarde que estuvieron pegando carteles con su cara en las calles, también, que cada vez que rompía la cinta con pegamento las manos le sudaban, la realidad parecía alejarse, su mamá y su hermano parecían perderse entre los adoquines rotos; creía poder sentir empatía con los hijos de la desaparecida.    Recogió y observó la riata, esa mancha oscura bien podría ser otro líquido menos sombrío, ¿Aceite tal vez? de cualquier forma sólo fue una herramienta para infligir dolor; ya no estaba cerca el maldito ser que la había utilizado (¿O si? Nunca hubo nadie señalado como culpable de la agresión y ya habían pasado al menos cinco años).    Intentó imaginar el frío que debió sentir al estar afuera entre los árboles en la noche, el rocío condensado en su piel como cuando uno duerme al lado de la fogata y las ganas de ir por más leña son indescriptiblemente resbaladiza

Dos: raspando el corazón, la penca.

Llegó cuando el momento de partir estaba cerca, entonces lo vio y le dijo que el lugar preciso era unas casas mas arriba, la siguió y encontraron una camioneta con el cofre abierto.    — ¿La tienes lista o que es lo que le falta?    — Ya con esto queda'l tiro, la otra vez que se quedó sin frenos tuvimos que saltar.    No sabía qué le hacía sentir seguridad: su precisión al no derramar el líquido de frenos, la mirada fija con que arrancaba palabras y las lanzaba con gracia delante del caballo que parecía hablar a la vez.    — ¿Quién iba contigo?    — Mi hermano, le dije que se preparara por que si no nos arrojábamos seguro íbamos a morir. Mi papá pago catorce mil por descuajar el frente que parecía un acordeón.    Llevaba ropa vieja, desgastada por el trabajo en la milpa. Sus manos colmadas de anillos parecían cálidas como carbones prendidos en la noche, su pelo oscuro recogido detrás no se alejaba mucho de unos hombros pequeños que daban la sensación de que era una mujer sin