Cuatro: granizo

Llovía un poco y el calor se dispersaba; hacia varios meses que no sentía ésta humedad ligera azul celeste.
   Las casas juntas, la calle tan movida hacía un par de horas donde lxs compas de comunidad pasaban apresurados, sin mirar fijamente mucho tiempo nada ni nadie, tal vez pensando, como muchos otros más de nosotros, en qué haremos mañana para conseguir lana.
   Las gotas frías resonaron en los techos de lámina, haciendo más escándalo de la llovizna que degeneró en un granizo tupido unos minutos más adelante. Pensó en las suculentas que había sacado a la intemperie ese mismo día, bajo el argumento de que ya habían pasado las heladas...
   Atinó a resguardarse en una tienda de ropa la cuál estaba siendo atendida por una jovencita de pelo chino y brillante. Ya antes la había visto y sabía que bajo esa sudadera hacía un cuerpo de notable belleza.
   Fue entonces que los vio por primera vez, corriendo bajo la aún llovizna clara y ligera que despejó el sopor vespertino del caluroso abril que presentaba la primavera apenas recién estrenada. Eran apenas mayores o eso pensó al ver los rostros casi infantiles que no sonreían para nada. Su mirada esquiva cargada de miedo o desconfianza solo acentuaba más la percepción en la cual la mayoría estaba de acuerdo: migrantes latinoamericanos.
   No tuvieron la confianza o más bien: no tomaron el riesgo de resguardarse en la tienda de ropa, siguieron adelante tal vez en busca de un espacio público; es menos probable sufrir discriminación lejos de la propiedad privada.
   Para la hora en que regresó a su casa, ya estaba ensopada en hielo la mayor parte del jardín donde unas horas atrás dejo varios brotes de suculentas a su suerte y la buena de Dios o lo que es lo mismo: desamparadas.
  Pasarían otros dos años antes de que se recuperan algunas y volviera a tener la variedad de plantas que se desvanecieron en el aire frío y casi azul que dejó el atardecer calmo y silencioso.

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