Descarga o liberación


Entonces detuvo el auto, el aire reverberaba con el calor remanente aun cuando el sol ya no estaba a la vista.
Solo el resplandor morado, naranja y rojo alumbraba las nubes, blancas de otra manera si la luz que las iluminaba no se encontrara en el otoño de su existir diurno.

La presión de existir, todo el peso de la responsabilidad de acudir diario al puesto de trabajo, de manejar por una hora a través de la neblina matutina, la fuerza y voluntad necesaria para mantener la calma y contestar con cortesía se situó justo debajo del vientre, en cada bache la presión aumentaba hasta convertirse en punzada, que desaparecía al siguiente instante, hasta caer en el próximo agujero en la carretera (¿quien debería de taparlos...? ¿no es para eso alguno de los múltiples impuestos que resta nuestra despensa?).

Fue suficiente.

Bajó del carro, sin quitar las llaves para no estropear esa melodía que imprimió un sabor sombrío a la tarde.
Bajó y liberó todo el peso en un fluido translúcido y tibio que buscaba el fondo, que fue atraído hacia la tierra (¿o Él atraía la tierra...?) y caminaba, corría, mas bien rebosaba pequeñas peñas escarpadas, como cuando la ola estampa su mineral en el borde terrestre al cual besa como uno besaría a su hermana.

A.R.E Ik'Yaan

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